Misiones en Perú
19 de octubre
Valle Gausí nos cuenta su experiencia de misión este verano.
Este verano he hecho algo que siempre he querido hacer. Y ese querer no nacía de un capricho o de un deseo egoísta, si no de algo que crecía mucho más adentro, casi podía llamarlo necesidad, algo que yo sentía que debía hacer. Para mí esto era fundamental; el saber que pasase lo que pasase y viviese lo que viviese, habría hecho lo correcto. Así que decidí irme un mes a Perú de misiones. El plan llegó a mí casi de forma providencial y no dudé en que cumplía todos mis requisitos y ahora, puedo decir que cumplía muchas más de mis expectativas.
La experiencia fue absolutamente una locura, de las buenas. Nosotras íbamos a encontrarnos allí, en Juanjuí (en medio de la selva peruana), con un sacerdote español que apenas conocíamos. Tampoco sabíamos que es lo que exactamente íbamos a hacer cada uno de los días, pero sí sabíamos que queríamos estar disponibles para cualquier cosa.
Hubo días de horas en carro (coche) hasta llegar a aldeas muy lejanas para poder celebrar la Eucaristía más los bautizos que se necesitaran, días de lluvia intensa o de calor asfixiante, días de visitar enfermos en sus humildes casas y ver que desgraciadamente el límite entre la vida o la muerte depende de la plata (dinero) que tengas, otros días donde los niños y sus juegos te hacen reír tanto que te enseñan que se necesita poco para ser feliz, días que duran por dos, días en colegios dando charlas a chavales de 15 años y acabar discutiendo sobre si es mejor el Real Madrid o el F.C. Barcelona, otros días compartiendo mutuamente testimonios de fe absolutamente alucinantes, largos días con paisajes y cosas que sólo ves y vives allí, días y días...
Es verdad que todo es diferente a lo que me imaginaba, pero aún así ha merecido mucho la pena. Al volver te das cuenta de que las misiones empiezan cuando llegas a España, a tu casa, y que aquellos días y días no los vas a olvidar jamás.
-- Mª del Valle Gausí Baró --
COLEGIO MAYOR STA. Mª DEL PINO